著者:Augusto Tomas
ページ数:98
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“Para bailar eso, ¿no tienes que estar acostado?” Esto, según Gabriel-Louis Pringué (1885-1965), cronista de la alta sociedad parisina de la primera mitad del siglo XX, es lo que le habría susurrado la condesa Mélanie de Portalès al oído del “ilustre académico” que fue junto a ella, mientras frente a ellos una pareja intentaba bailar el tango.
“La primera preocupación de las mujeres elegantes […] es ir a aprender de un maestro de renombre”, escribió la condesa Éliane en L’Art et la mode del 3 de mayo de 1913; “Desde los castillos de los alrededores, la gente viene a París para tomar su lección de tango”. Así, el tango “está de moda”, y “la pregunta que surgía en los cojones”, en el invierno de 1912-1913, es “¿te gusta bailar Tango?”
La prensa ofrece muy abundantes y útiles descripciones, como la que da “Parisiana” en L’Art et la mode del 3 de mayo de 1913:
“Bailando de puntillas, [los bailarines] observan un armonioso silencio, con las piernas dobladas, avanzando sin temblar, con una calma feliz, dan la impresión de personas que se relajan, pero cuyo descanso tendría algo del resplandor, del acabado. , de la obra de arte. […] Algunos han criticado al tango por ser un baile que en vez de enaltecer disminuye, pero eso es porque es el entretenimiento, esencialmente moderno, de quienes, melancólicos, han abdicado de toda esperanza.”
«Nunca había bailado tango, pero un chico argentino que me servía de guía me insistió para que lo intentara. Con mis primeros pasos tímidos sentí que mi pulso respondía al ritmo lánguido e incesante de aquella danza voluptuosa, suave como una larga caricia, embriagadora como el amor al sol del mediodía, cruel y peligrosa como la seducción de un bosque tropical.» ~ Isadora Duncan, cuando visitó Buenos Aires en 1916
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